miércoles, 7 de diciembre de 2011

Alternativas a la lógica del Capitalismo

(principios del decrecimiento y compromisos de acción popular)


La realidad con el tiempo oprime más. Como un corsé apretado en el fláccido cuerpo social nos va dejando sin respiración, sin suspiros, sin anhelos, sin esperanzas ni alternativas. Las únicas decisiones que somos capases  de tomar se agotan en el fofo ejercicio  ficticio de escoger  entre un puñado de marcas, canales, candidatos y objetos preseleccionados de antemano, moldeados por la publicidad para provocarnos un exiguo reflejo de atracción efímera. No hace falta recordar aquí el gran trampantojo que representan las elecciones, la línea inexistente que demarca la derecha de la izquierda mexicana, el ato de supuestos servidores públicos que saquean y desangran el país montados de su situación de privilegios  y beneficios ominosos que confieren  sus puestos públicos. No hace falta recordar aquí el velado sentimiento de impotencia que nos estruja el alma y nos mantiene en silencio con el grito al borde de los labios, no hace falta recordar la infelicidad estacionalmente perpetua que nos invade la existencia, ni el hartazgo generalizado, ni la rabia, ni la desazón diaria.
Pero algo hay que hacer, algo hay que pensar, idear, si algo nos caracteriza a los seres humanos, además de su violencia hacia lo otro diferente y su capacidad destructiva, es la inventiva, la creaciones de alternativas y respuesta a los problemas en apariencia irresolubles que se yerguen a nuestro paso, pues bien en esta entrega quisiéramos recopilar algunas principios y compromisos que han expresado teóricos del decrecimiento, así como organizaciones sociales y personas comunes, en el intento de recobrar nuestras vidas y la del planeta, estas ideas pretenden descolonizar el imaginario invadido por las fuerzas del poder    y sembrarlo con nuevos paradigmas de convivencia y percepción. Hacia el otro, hacia la tierra y hacia nosotros mismos.

6 Pilares del decrecimiento
1.       El primer pilar es la sobriedad y la simplicidad voluntaria, expresión que define la actitud de las personas que desean vivir con menos, consumir de forma responsable y examinar sus vidas para así determinar lo que es importante de los que no lo es, Sócrates acudía al mercado para  cerciorarse del sin fin de bienes de los que no tenía necesidad, y para Gandhi el alma de la civilización no está determinada por el designio de poseer , de acumular más, si no por el de reducir y limitar sus necesidades.

2.       Un segundo pilar es el de la defensa del ocio creativo frente al trabajo obsesivo con ella la defensa del reparto de trabajo, una vieja demanda olvidada que puede resumirse, en trabajar menos para trabajar todos.
3.       El tercer pilar es el triunfo de la vida social frente a la lógica de la propiedad y el consumo ilimitado.

4.       Un cuarto pilar consiste en insistir en las virtudes de lo pequeño,  convivencia en grupos pequeños, reducir el tamaño de la ciudades, que no debe de sobrepasar el numero de 100,000 habitantes, evitar  por todos los medios, ciudades dormitorio, en donde las personas tienen que recurrir a grandes desplazamientos, diario para acudir a trabajar.

5.       Una preponderancia de lo local sobre lo global, aquí toca hablar sobre la reducción de las distancias en los transportes de las personas, y de las mercancías, actividades comerciales,  lo cual  ahorra energía y evita la  contaminación.

6.       En la redistribución de los recursos en provecho de los desfavorecidos y el establecimiento de un ingreso máximo autorizado.

Decrecimiento: Camino hacia la sostenibilidad

"GENERAR VALOR Y FELICIDAD, REDUCIENDO LA UTILIZACIÓN DE MATERIA Y ENERGÍA"
No es posible el crecimiento continuo en un planeta limitado. Cada vez es más claro que estamos superando muchos límites ambientales, por lo que la única estrategia que parece viable a medio y largo plazo es la del decrecimiento. No hablamos de un concepto en negativo, sería algo así como cuando un río se desborda y todos deseamos que ‘decrezca’ para que las aguas vuelvan a su cauce. Cuanto antes seamos conscientes de la necesidad de desprendernos de un modo de vida inviable, mejor para todos y para el planeta.
Pepa Gisbert Aguilar

  • Observaciones preliminares al  decrecimiento
Los que defendemos el decrecimiento, somos concientes de las disparidades sociales entre el norte y el sur, por lo tanto las estrategias prácticas tendrán que variar y adaptarse a la situación peculiar de cada región, país o ciudad.

El derecimiento es en su esencia anticapitalista, puesto que cualquier proyecto que cuestione y exija cambios en las reglas de juego, en la manera de producir y cosumir se opone inmediatamente a los intereses del gran capital.

El decrecimiento no solo lucha por la reducción en la manera de producir y consumir, también exige cambios a la lógica capitalista, para lo cual plantea principios y alternativas, los cuales han sido esbozados en anteriores artículos.


Cuando parece socialmente aceptada la grave crisis ambiental a la que estamos sometiendo a nuestro entorno, el desarrollo sostenible resulta la receta mágica que nos permitirá seguir viviendo como lo hacemos sin hacer daño al planeta.

Pero, ¿esto es posible? Los avisos del Club de Roma en 1972 sobre los límites del crecimiento parecieron exagerados a algunos, pero lo cierto es que fue el primer aviso: un crecimiento económico continuo no es factible en un planeta limitado. Ha llovido mucho desde entonces, este informe se ha actualizado 20 y 30 años después y las tendencias parecen confirmarse, estamos en una situación ecológica realmente delicada.

El informe Brundtland en 1987 y más tarde la Cumbre de Río en 1992 lanzaron el término desarrollo sostenible como un camino que permitía seguir avanzando y a la vez respetar los límites ambientales. Algunos autores ven desde su inicio que el desarrollo sostenible está sirviendo para mantener la fe en el crecimiento en los países industrializados [1], otros detectan que se trata de una conjunción imposible: el desarrollo nunca podrá ser sostenible. Así, según Ernest García llega un punto en que el desarrollo ya no aporta más beneficios y se vuelve perjudicial. El “concepto de desarrollo sostenible es científicamente inconstruible, culturalmente desorientador y políticamente engañoso” [2].
La realidad es que el uso del término sostenible se ha generalizado, se aplica ahora a cualquier proyecto, aparece cada vez con más frecuencia en boca de gestores, políticos, constructores, profesores… Vacío de contenido, el inicialmente bienvenido desarrollo sostenible, empieza a quedar escaso para definir la respuesta al reto frente al que nos encontramos.

Mientras todo esto ocurre, seguimos recibiendo datos alarmantes sobre el devenir de nuestro planeta y “las tendencias en nuestra sociedad actual caminan en sentido contrario: un nivel de consumo en continuo aumento, una diferencia cada vez más grande entre los países desarrollados y los países empobrecidos… (en 1960 la brecha entre el 20% más rico y el 80 % más pobre del planeta era de 1 a 30, mientras que ahora es de 1 a 80)” [3].