lunes, 15 de abril de 2013

El mito del progreso humano


Chris Hedges


En la obra Réquiem por una especie: ¿Por qué nos resistimos a la verdad sobre el cambio climático? Clive Hamilton describe el lúgubre consuelo derivado de aceptar que "el catastrófico cambio climático es algo virtualmente seguro". Dice que para eliminar cualquier "esperanza falsa" hace falta un conocimiento intelectual y un conocimiento emocional. El primero es algo posible de lograr. El segundo es mucho más difícil de adquirir porque los seres querido, incluyendo nuestros hijos, están condenados a la inseguridad, la miseria y el sufrimiento en el transcurso de pocas décadas -si no en pocos años. Asumir emocionalmente el desastre que nos aguarda, lograr comprender a un nivel visceral que la élite en el poder no responderá racionalmente ante la devastación del ecosistema, es tan difícil como la aceptación de nuestra propia muerte. La lucha existencial más abrumadora de nuestro tiempo es asimilar -intelectual y emocionalmente- esta horrible verdad y continuar resistiendo contra las fuerzas destructivas.


La especie humana, encabezada por europeos y euro-americanos blancos, ha lanzado, desde hace 500 años, una estampida violenta de conquista, saqueo, depredación, explotación y contaminación de la Tierra -matando al mismo tiempo a las comunidades indígenas que hallan en su camino. Pero el juego ha llegado a su fin. Las fuerzas técnicas y científicas que permitieron crear una vida de lujos sin paralelo son las mismas fuerzas que nos condenan. La manía de la expansión económica y explotación sin límites se ha convertido en una maldición, en una sentencia de muerte. Pero incluso mientras se desintegra nuestro sistema económico y del medio ambiente, después del año más caliente en los 48 estados contiguos de EE.UU. desde que se lleva el registro iniciado hace 107 años, carecemos de la creatividad emocional e intelectual para apagar el motor del capitalismo global. Nos hemos atado a una máquina de la muerte, como lo explica el borrador del reporte del Comité Asesor de Evaluación y Desarrollo Climatológico Nacional.



Las civilizaciones complejas tienen el mal hábito de la auto-destrucción. Antropólogos, entre los que se incluye Joseph Tainter en El colapso de sociedades complejas, Charles L. Redman en El impacto humano en los medio ambientes de la antigüedad y Ronald Wright en Breve historia del progreso han expuesto los patrones comunes que conducen a la desintegración de los sistemas. La diferencia es que, en esta época, nuestra destrucción arrastrará a todo el planeta. Con este colapso final no habrá nuevas tierras para explotar, ni nuevas civilizaciones para conquistar, ni nuevos pueblos para sojuzgar. La conclusión de la larga lucha entre la especie humana y la Tierra será que los seres humanos sobrevivientes aprenderán una dolorosa lección sobre la ambición desenfrenada y el egocentrismo.


"Hay un patrón que se repite en las diferentes civilizaciones del pasado de desgaste de los recursos naturales, sobreexplotación del medio ambiente, expansión desmedida y sobrepoblación", sostiene Wright en una conversación telefónica desde su hogar en British Columbia, Canadá. Agrega: "Según el patrón, las sociedades tienden al colapso poco después de alcanzar el periodo de mayor magnificencia y prosperidad. Ese patrón se repite en numerosas sociedades, los antiguos romanos, mayas y sumerios del actual sur de Irak. Hay muchos otros ejemplos, incluyendo sociedades a menor escala como la Isla de Pascua. Las mismas causas de la prosperidad de las sociedades en el corto plazo, especialmente nuevas formas de explotar el medio ambiente como la invención de la irrigación, conducen al desastre en el largo plazo debido a complicaciones que no se pudieron prever. A esto lo llamo "la trampa del progreso" en el libro Breve historia del progreso. Hemos puesto en movimiento una maquinaria industrial de tal nivel de complejidad y dependencia en la expansión que no sabemos cómo arreglarnos con menos ni como lograr estabilidad en relación a nuestra demanda de recursos naturales. Hemos fracasado en el control de la población humana. Se ha triplicado en el curso de mi vida. Y el problema se agudiza por la brecha creciente entre ricos y pobres, la concentración de la riqueza, que asegura que nunca habrá suficiente para repartir. La cantidad de gente en extrema pobreza en la actualidad -cerca de dos mil millones- es mayor de lo que era la población total del mundo a principios del siglo XX. Eso no es progreso."


"Si continuamos negándonos a enfrentar la situación de una manera racional y ordenada marcharemos, tarde o temprano, hacia una suerte de gran catástrofe.", sostiene Wright. "Si tenemos suerte, será lo suficientemente grande como para despertarnos a nivel mundial pero no tanto como para eliminarnos. Ese sería el mejor de los casos. Debemos trascender nuestra historia evolucionista. Somos cazadores de la Era Glacial afeitados y vestidos de traje. No somos buenos pensadores a largo plazo. Preferimos atiborrarnos con carne de mamut sacrificando a todo el rebaño en el precipicio antes que ingeniarnos para conservar el rebaño y tener alimento diario para nosotros y nuestros hijos. Esa es una transición que nuestra civilización debe hacer. Y no la estamos haciendo."