martes, 24 de abril de 2012

Aquí y ahora: la importancia de la experimentación social

Suricato - Innovación y decrecimiento
André Gorz fue un intelectual heterodoxo cuya actividad de reflexión y escritura ocupó toda la segunda parte del siglo veinte. Originario de la escuela existencialista francesa, extramuros de la academia realizó interesantes análisis de las transformaciones del capitalismo industrial, del trabajo y la clase obrera. Sus reflexiones también se irradiaron hacia la ecología política campo sobre el cual mostró un interés pionero. El 24 de septiembre de 20007 André Gorz, a la edad de ochenta y tres años se suicidó junto a su mujer Dorine. Sus cuerpos fueron encontrados en la cama uno junto al otro. Se habían inyectado una dosis letal de drogas. Ejercieron su derecho a una muerte digna.

 En sus últimos años de vida, Gorz, mostró simpatías por el decrecimiento. En un artículo del año 2007 decía, siempre lúcido, que "el decrecimiento de la economía fundada sobre el valor de cambio ya tiene lugar e irá a más. La cuestión está sólo en saber si adoptará la forma de una crisis catastrófica padecida o la de una opción de sociedad autoorganizada, fundando una economía y una sociedad más allá de salariado y de las relaciones mercantiles, cuyas semillas habrán sido sembradas por experimentaciones sociales convincentes". 
 Siguiendo con su razonamiento podemos agregar que la importancia de la experimentación social se debe a dos motivos: por una parte porque permite a aquellos que han optado por una crítica a las actuales formas de vida bajo el productivismo puedan encontrar formas coherentes de ligar sus valores y sus prácticas vitales. Por otra parte, y llegado el caso, si se cumplen los pronósticos de una debacle civilizatoria, se podrá disponer de una reserva común de prácticas sociales que sirvan como modelo ampliable a la sociedad de supervivencia que, con toda probabilidad, emergerá de las ruinas del productivismo.


 Las posibilidades de enmendar el rumbo hacia el postdesarrollo implican dos áreas de acción interrelacionadas y mutuamente necesarias: por un lado la modificación del imaginario productivista y, por otro lado la modificación, aquí y ahora, vía experimentación colectiva, de las formas sociales de organización del trabajo, distribución de la riqueza y de relación con la naturaleza. 
La primera es una tarea ideológica, cultural, de difusión de los mensajes decrecentistas uno de cuyos ámbitos privilegiados tiene que ver con el consumo, con los hábitos individuales y colectivos de apropiarnos de los bienes materiales e inmateriales. La segunda tiene que ver con la construcción de vínculos sociales basados en formas organizativas diferentes alejadas de la mercancía y el valor de cambio en un contexto de Éxodo: “Llamamos Éxodo a la defección de masa fuera del Estado” (Paolo Virno). Sin el énfasis en este segundo aspecto, el de la construcción aquí y ahora de formas sociales alternativas, el decrecentismo puede encerrarse en una interesante, necesaria, pero insuficiente y circular práctica de comunicación. Los decrecentistas deberíamos, al mismo tiempo que trabajar por la difusión de ideas y valores, conectar y participar cada vez más en experiencias de autoorganización social con criterios ecológicos y de justicia social, arriesgándonos a proponer también otras nuevas. 

La experiencias de mercado social, cooperativas integrales, cooperativas de ahorro, pueblos en transición, ecoaldeas, experiencias de permacultura etc. deberían formar parte de las redes de acción decrecentistas y ser consideradas un campo para la imaginación y la inventiva propia. Es decir, no sólo alabarlas y comunicar que existen sino participar en su articulación e inventar otras comunes. Se trata de la experimentación con diferentes formas de consumo, por supuesto pero también y en primer lugar con nuevas formas de producción que impliquen nuevas posibilidades técnicas y tecnológicas en conjunto con nuevas formas de organización social. Veámoslas con cierto detalle. En relación a la producción se trata de abrir las prácticas decrecentistas hacia la producción e intercambio de los bienes necesarios para la vida.

 No olvidemos que salir del reino mercancía no implica salir de la cultura material, de los objetos y su valor de uso. No se trata despreciar a los objetos sino de reapropiarse de ellos, devolverles su sentido y valorarlos como resultado de la imaginación cultural común. Se trata de “conectar lo técnicamente es posible con aquello que es culturalmente deseable” (Ezio Manzini) en el contexto de las exigencias medioambientales. No podemos salir de ambiente artificial que nos define como especie: lo artificial es nuestra forma particular forma de naturaleza. La paradoja es aquí ésta: el productivismo a pesar de su obsesión por la producción de objetos los desprecia cada vez más y los convierte en un mero instrumento para la obtención de beneficios en otros lugares. Decía Gorz: “Más de la mitad de los beneficios de las empresas americanas provienen de operaciones financieras. Para reproducirse y crecer, el capital recurre cada vez menos a la producción de mercancías y cada vez más a la "industria financiera". La producción de objetos es la excusa para valorizarse en el mercado financiero”. Los objetos son una excusa: de aquí su hiperabundancia y su obsolescencia planificada, es decir, su destino de vertedero. Es necesario reivindicar la producción de objetos como actividad artesana y en conexión con las necesidades comunitarias.

 El “buen objeto”, debe serlo ética, estéticamente y funcionalmente. Productos de larga duración, productos que “sepan envejecer lentamente y con dignidad” (Ezio Manzini). Dignidad de los objetos y dignidad de los sujetos; dignidad en la vida y en la muerte. No hay sociedad sin técnica y ahora sin tecnología. Ambas son también formas de mediación necesarias para nuevas formas de organización social. Se trata de innovación por supuesto pero de “innovación simétrica” es decir, dentro de un dialogo en igualdad de condiciones con las prácticas sociales. No se trata de que la tecnología le ofrezca objetos y procedimientos a las prácticas sociales sino al revés: las prácticas de una sociedad “autoorganizada” demandan las técnicas y tecnologías apropiadas a sus necesidades. Estas son mis necesidades comunitarias: produzcamos juntos las tecnologías adecuadas. Respecto a las nuevas formas de organización social. La antropología y la historia nos muestran la amplia variabilidad de las experiencias de organización humana. El capitalismo primero comercial, luego industrial y ahora financiero no son etapas “naturales” de la evolución social; son contingencias históricas, resultado de las relaciones de poder y subordinación entre actores sociales. La historia pudo haber sido y puede ser de otra manera. Los vínculos sociales están abiertos a la imaginación y la inventiva decrecentista. 

El socialismo estatista fracasó, entre otras muchas razones, porque no se basó en formas de experimentación previas. Las prácticas de sus “vanguardias”, al concentrarse en la toma del poder, no prefiguraron la sociedad de deseada. Apostaron todo a la toma del Palacio del Invierno y a la creación de un momento histórico “cero” a partir del cual la imaginación se pondría a funcionar. Resultado: fueron experiencias de ingeniería social más que de extensión y desarrollo de experiencias arraigadas en los haceres comunes previos. Las vanguardias, transformadas en elites gobernantes, impusieron desde arriba y sin experimentación previa sus concepciones intelectuales acerca del lo que debía ser el Estado socialista Fueron diseños sociales cargados de ideología y desprovistos de imaginación abierta, democrática y convocante. La inventiva es, por lo tanto, “aquí y ahora”, sin esperar la llegada de la utopía. Esta se construye con los mimbres que ahora disponemos con el saber, la voluntad y la imaginación actuales, pocos o muchos pero actuales

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