lunes, 21 de noviembre de 2011

Filosofía zombi, economía zombi, sociedad zombi


El capitalismo funciona como la pandemia zombi, 
es el pensamiento de la horda:
 cubrir todo, arrasar todo, (...) 
Como en las películas del género, 
no hay escapatoria, nunca hay final feliz, 
no se resuelve la pandemia. 
A los sumo, algunos logran huir,
 pero su destino es una ciudad aún más sumida en el holocausto
¿Qué espacios deja libres la extensión del capitalismo? 
Ni siquiera el arte o las revoluciones pueden escapar a su alcance. 
Un capitalismo zombi que nos entrega pequeños momentos de ocio, 
que permite la dilapidación del dinero, y que retarda el pago todo el tiempo que puede,
 (…) no hay un líder de la manada : 
el movimiento de un solo zombi hacia su presa alerta a todos los demás.
Filosofía zombi


Titulo: Filosofía Zombi
Autor: Jorge Fernández Gonzalo
Editorial: Anagrama

Les dejamos esta entrevista a Jorge Fernández Gonzalo (Madrid, 1982) autor del libro "Filosofía zombi"  finalista del premio Anagrama de Ensayo el pasado abril. ¿Porque? Pues porque este es un excelente ensayo crítica al capitalismo a través de la analogía de nuestra sociedad con los zombies. Este libro es altamente recomendable por su mixtura entre filosofía, sociología, cine, videojuegos, publicidad, es decir, producto de todas las influencias que nos rodean,que da por resultado un libro ameno, entendible y original que además de divertirnos (haciendo rescate del ocio) nos alerta una vez más sobre la voracidad del capitalismo.

A partir de aquí texto original de http://haciendoelpino.wordpress.com/

Objetivo: elaborar una auténtica filosofía zombi que se vale del icono del no-vivo para describir al individuo de la era capitalista y posmoderna, es decir: “Autorizar el zombi como metáfora desde donde entender el entorno mediatizado que nos rodea: desequilibrios financieros, pasiones reducidas al pastiche de su expresión hiperreal, modelos de pensamiento afianzados por el poder y consolidados en la puesta en práctica de la maquinaria capitalista”.




¿Cómo nace ‘Filosofía zombi’? ¿Con idea de presentarlo a un premio? ¿Nace de una afición por los muertos vivientes desde pequeño? ¿Cuánto tiempo te ha llevado?

Tardé un mes en escribirlo. Sé que a mucha gente le puede sorprender, pero hay que tener en cuenta que venía de una tesis doctoral, que había terminado hace unos meses, y venía con mucha bibliografía, con todas las herramientas y útiles. Lo tenía todo a mano.

Venías de una tesis sobre…

Sobre el lenguaje poético. Y puede parecer una tontería, pero a lo mejor descubrimos que tiene alguna relación con el concepto de zombi. Que tiene bastantes… Empecé a escribir el libro casi como un reto: a ver si podemos hablar de los zombis en un libro que tenga algún peso, que sea un ensayo y que tenga cierto rigor, y no para hablar de zombis, sino para proyectar y hablar de otros temas. Y vi en el horizonte el premio Anagrama, para el que quedaba un par de meses. Pensé que no me daba tiempo. Pero conforme se acercaba la fecha, vi que no tenía proyectos a mano y que esto iba creciendo, se iba desarrollando. Y empecé a ver películas de zombis, a leer algunos libros que me interesaban, y poco a poco, cuando ya tenía las anotaciones en el papel, vi que sí llegaba al premio y que, con un esfuerzo, podía completar un libro.

O sea, que no es la obra de fanático de los zombis, o de alguien que haya tenido una infancia marcada por los muertos vivientes.

A lo mejor la hemos tenido todos y no nos hemos dado cuenta. Pero en mi caso, el zombi es una ficción como otra cualquiera. Hay gente que sabe muchísimo de zombis y para mí era simplemente un poso más dentro de nuestra cultura mediática. No es tampoco una dirección, un único camino, sino parte de ese terreno mediático que todos conocemos y que cada uno tenemos a nuestro alcance.


Prácticamente Romero es el eje principal. Hay mucho material, cómics, videojuegos, etc, pero se puede decir que has seguido la evolución del ser humano/zombi a partir de sus películas.

Sí, pero lo es por un motivo estructural, no especialmente por una afición desmedida hacia la figura de Romero, que es un autor interesante y parte de nuestra cultura popular. Sencillamente, tenía que marcarme para el libro un itinerario, y la filmografía de Romero me permitía utilizar algunas de sus temas, elaborarlos, hacer lecturas, incluso microlecturas de temas puntuales. Así que tuve que ver incluso películas de Romero que no había visto.

Y en Romero están prácticamente todos los temas importantes de los que hablas en el libro: el miedo a la masa, el hiperconsumismo, los ‘mass media’…

Realmente en Romero están casi todos los temas, y además él nos propone un modelo de zombi que es el que nosotros manejamos. Hay un modelo anterior, que es el zombi folcrórico, que a mí no me interesa, iconográficamente no me llama la atención. Por eso también Romero, aparte de ser un pilar dentro de la cultura de los zombis, me parecía una figura interesante: él ha dado las notas básicas para definir al zombi moderno.

Sí, tú hablabas más del modelo de ‘Soy leyenda’, una criatura movida por el hambre.

Sí, Romero incorporó, no sé si porque conocía la película o por darle un aire de época, incorporó la obra de Richard Matheson y la imagen de un vampiro que ya no es el vampiro gótico, algo había cambiado. El ansia de los vampiros de Matheson no era el de un ser hiperdeseante, como es el vampiro, con ganas de pecar, de mostrarnos el reverso de nuestra sociedad, sino que era más animal, la animalización del vampiro. Romero desarrolla una animalización del ser humano.

¿Por qué elegiste esta forma para el texto, dividida en pistas, con escenas eliminadas y créditos finales?

Se me ocurrió hacia la mitad del libro que se podía hacer una estructura similar a la de un DVD, donde existen pistas, escenas eliminadas y créditos, en lugar de bibliografía. Y se me ocurrió simplemente porque me sobraban algunas partes, había algunos párrafos que proponían ideas interesantes pero que no se adaptaban a la estructura del libro. Pensé ponerlas al final y a modo de “Escenas eliminadas”, y convertir así el libro en un DVD. Esto me facilitaba unir el formato libro con un icono de la cultura mediática.





En el prólogo ya avisas de que los zombis no son un sujeto habitual en la filosofía, y en las conclusiones dejas claro que lo que te interesa no es el zombi como figura, sino como metáfora del ser humano actual. ¿Había algún trabajo anterior, y cómo lo has podido utilizar finalmente como tu “sujeto de pruebas”?

A lo largo del trayecto, el zombi me desveló a mí mismo algunas utilizaciones y usos del zombi como concepto. Las conclusiones testimoninan ese descubrimiento. Sí que conocía algunos estudios anteriores. El zombi, por ejemplo, es un concepto típico en la psicología, que se usa para hablar en una rama de los mundos posibles, que se plantea qué pasaría si un zombi viviera en una realidad alternativa y fuera igual que nosotros, pero no tuviera afectos. Es decir, hay construcciones ya dentro de la ciencia psicológica.

También descubrí que un autor, Uldrich Beck (Poder y contrapoder en la era global), utilizaba el concepto de zombi para hacer todo lo contrario a lo que hago yo: para él, el zombi representa conceptos que siguen perpetuándose en nuestros diálogos habituales, en nuestro discurso diario, pero que ya han perdido vigor o no son aplicables. Por ejemplo, conceptos como burguesía o clase ya no tienen la aplicación que tuvieron durante el marxismo.

La aplicación que hago yo es utilizar el zombi como un artefacto. Un artefacto casi lingüístico. El zombi no es solo una figura, el zombi es, por decirlo como Deleuze, una manada. El zombi lleva la manada dentro, aunque solo sea uno, la posibilidad de contagio es inherente a la figura del zombi. Por eso he visto el lenguaje como una estructura rizomática, también como diría Deleuze, en donde el zombi puede pasar de un lado a otro, contagiar unos discursos con otros, lo que implica, ya en términos filosóficos, que podemos deslegitimizar las categorías, las jerarquías o las disciplinas científicas, los campos de saber, algo que ya estaba en Foucault, en Las palabras y las cosas.

¿Y qué importancia tiene que las películas de zombis suelan de serie B, baratas, consumidasen en circuitos underground, donde domina el remake y las copias de las copias? ¿Alguna lectura de esto?

Del zombi como subcultura no he hecho apenas ninguna lectura porque no me interesaba plantear dos campos de saber, una cultura legítima y otra no legítima. Simplemente he utilizado herramientas que tenemos todos a nuestro alcance, como pueda ser la filosofía y el cine. Es decir: ni siquiera me he molestado en justificarme en ese aspecto.

Sobre el remake, sí que entra en relación con nuestra sociedad en un sentido: vivimos en una sociedad del espectáculo. Y el remake rompe el discurso, la legitimación histórica del cine. Me explico: igual que la literatura tiene una tradición, y se estudia en los institutos y en las universidades y tiene un discurso académico, el cine no se basa tanto en esos soportes porque es un género moderno y porque es un género masivo. Lo que consigue el remake es recuperar obras que se han perdido en el pasado, porque no hay una Academia encargada de eso. El remake espectaculariza películas que existían antes porque el espectáculo es el lenguaje del cine.



Analicemos cada uno de tus capítulos. El primero está dedicado al miedo, al zombi como ‘el otro’, el gran desconocido, el miedo a la masa, a la horda. Al extranjero. Una lectura a partir de la inmigración e incluso de las pandemias. Hablas también de grandes sociedades, de las estrategias globalizadoras frente al individuo. La gran palabra sería la paranoia.

Precisamente yo le doy una vuelta a una de esas ideas: no es que el zombi remita al contagio, sino que es que el contagio remite al zombi. Vivimos en una época en la que el contagio es casi un género mediático, un género discursivo. Se nos impone un discurso sobre la plaga, sobre la inmigración. Vivimos en una sociedad en donde la globalización está en algunos aspectos mal vista. El zombi representa ese modelo icónico o mítico de la globalización. Y es que el mito del zombi también ha sufrido en los últimos años una completa reversión: el zombi ya no es el espectador que se queda en su casa viendo atontado el televisor, sino que el zombi ahora es alguien que sale a la calle, que quiere contagiar sus ideas, que quiere movilizarse y formar hordas. Y eso nos lo ha facilitado el modelo que representa internet, que es el modelo lógico de nuestra globalización. Es decir, que el zombi, si lo entendemos como manada, como horda, y algo más amable de lo que era hace 20 años, puede representar el ansia de movilización, de sociabilización, de ciertos grupos sociales.

Es decir, das la vuelta a la lectura que se ha hecho siempre de ‘La noche de los muertos vivientes’ (1968) sobre el racismo en la época en que se estrenó.

En la época tuvo una lectura muy clara porque uno de los actores era negro, y además mataba al hombre burgués blanco, que se había convertido en una amenaza para el resto del grupo. Aunque fue casualidad, porque resulta que el actor negro era el único profesional de todo el reparto, y un valor seguro, sí que se vio entonces al zombi como un problema de inmigración, un miedo al otro, pero hoy justamente podemos ver lo contrario: una despreocupación hacia las diferencias del otro, hacia lo que el otro nos trae, porque todos podemos tener un fin común: atacar a nuestra presa pero también derrocar un régimen capitalista.


Segunda lectura, a partir de la segunda película de Romero, ‘El amanecer de los muertos’ (1978): el hiperconsumismo y la publicidad zombi. Describes al zombi como alguien impulsivo, igual que el individuo moderno que es empujado al consumismo compulsivo por la publicidad. Y por otro lado, recuerdas que en esa película, los zombis estaban tan acostumbrados a comprar, que lo siguen haciendo una vez muertos.

La publicidad es zombi porque ya prepara objetos muertos. Nuestra economía es una economía de muertos vivientes porque los bienes están hechos para que desaparezcan, para que se rompan, son desechables. Desde el momento en que nacen de la fábrica tienen poca duración y se comercializa su escasa durabilidad. Compras un móvil sabiendo que en dos años tendrás que cambiarlo. En ese sentido, la tecnología se ha aliado en ese sentido con el capitalismo y la publicidad es el lenguaje que recoge esa alianza.

Sobre los centros comerciales, Romero fue agudísimo al mostrarnos una sociedad de zombis que en la época iban todos en masa a comprar y que, una vez muertos, además, seguían acudiendo al centro comercial. Yo sigo esa misma línea. Ahí no he querido revertir nada porque me parecía que la lectura ya era genial y perfectamente aplicable a nuestro tiempo.

¿Nos impulsa lo mismo a comprar, pues, que el hambre al zombi?

Sí, la publicidad crea deseos, pero crea deseos que no es el deseo de vivir o viajar, sino de contagiar a otros. La publicidad también actúa de alguna manera por contagio.


Hablas del complejo de Edipo en el zombi: tomas ‘El día de los muertos’ (1985) de Romero para refererirte de la educación de hijos y los niños-zombi, la formación del individuo contemporáneo a través del sistema de recompensas y la castración de emociones.

Sí, en un capítulo utilizo la filosofía de Deleuze y Guattari, y su libro El antiedipo, que es una crítica contra la construcción de los sujetos. Más que la educación de los niños, me interesa la construcción del individuo: conservamos un modelo de construcción del individuo, que es relativo y que para Freud era universal, que es el concepto de Edipo: un concepto de castración, de regulación de los afectos, de mutilación de determinadas cualidades afectivas.

Creo que Deleuze y un poeta que a mí me interesa mucho, que es Antonin Artaud, lo que hacen es descodificar el cuerpo y descodificar la educación del cuerpo y el sujeto para plantear un modelo distinto. No sabría decir qué ventajas tiene ese modelo de sujeto descodificado, lo que Deleuze llamaba “un cuerpo sin órganos”, pero creo que podría llevarnos a un contexto social diferente.

Precisamente hablas, a la hora de usar la serie de películas Re-Animator, como el cuerpo como un conjunto de piezas ensamblables. El hombre como máquina.

El cuerpo es una construcción. Damos por hecho que el cuerpo es lo que es, pero es una construcción, lo dice el psicoanálisis, que se aprovecha de esa construcción y somete el cuerpo, regula sus efectos y codifica todos los parámetros corporales. Foucault hablaba también del biopoder, de cómo el poder controla nuestros cuerpos. Mientras que otros autores como Artaud descodifican en cuerpo y entienden que nuestra posición en el universo, por decirlo de una manera un poco más metafísica y menos política o sociológica, es la de la conexión: no vivimos para sustituir al mundo sino para estar conectado con él. Hay una especie como de nueva mística en la teoría de Artaud y Deleuze que consiste en una maquinización del mundo y del cuerpo.



Me ha llamado la atención la lectura que haces de la película ‘Otto; or, up with dead people’, protagonizada por un zombi gay, sobre la comunidad homosexual y su rechazo por poderes públicos. También la lectura que haces de la utilización del deseo y el cuerpo del zombi: es como si la sociedad encontrara actractivo ahora el cuerpo no-muerto.

Otto fue un descubrimiento. Es una película extraña pero plantea una reinvención de las películas de género, en este caso habla de los homosexuales pero podría hablar de cualquier género marginal. El zombi sería una especie de marginado social, un outsider que está fuera del sistema, y lo que plantea la película es reecontrarnos a través de las emociones, de los afectos, con los demás.,

Sobre los códigos visuales del zombi, si que hablo de la fuerza de la imagen del muerto viviente, que nos parece invitar a que hemos perdido la sacralidad del cuerpo desmenuzado, de la sangre, y que podría trazar una micropolítica del cuerpo, hacer una especie de rebelión de nuestro propio cuerpo, de nuestra propia intimidad. Creo que era Beatriz Preciado la que hablaba de microterrorismo a partir de nuestra intimidad, de nuestra corporalidad, como texto para la revolución. El zombi, sirviéndonos como metáfora para casi todo, nos propone también esa búsqueda de nuevos contenidos, de nuevas políticas de género y en relación con nuestra corporalidad.

La parte que más me “asustó” es en la que, citando a Borja Crespo, dices que los zombis “muestran el verdadero peligro de una sociedad en descomposición”: nosotros. Hablas de que en los estados totalitarios y haces espejo con la sociedad actual a partir de una escena de ‘Zombies Party’ en que la cámara sigue a un personaje que se levanta, se arrastra… y resulta ser un humano que se dirige a trabajar, un humano aplastado por nóminas, trabajo, etc.

Esta es una idea clásica que yo reutilizo porque el libro también se alimenta de las primeras mitologías del zombi. En Zombies Party, un hombre se levanta arrastrándose, la cámara hace un seguimiento desde los pies hasta la cabeza, y ese hombre que se está arrastrando realmente es un señor que se acaba levantar y que va a su trabajo. Es decir: nuestra sociedad también ha zombificado nuestras costumbres, incluso nuestos discursos e ideales, y habría que salir de algún modo de ese corsé tan apretado de la sociedad.



Y de ahí al apocalipsis: hablas de ‘Walking Dead’ para hablar de la búsqueda de una nueva cotidianidad tras un apocalipsis zombi. Y las redes sociales: en el caso de vivir una invasión, dices, todos querríamos ahora capturarlo y narrarlo en las redes sociales.

Nuestra sociedad tecnificada nos ha robado el acontecimiento, ha desvirtuado lo cotidiano y lo ha empezado a narrar a través de la red, vía Twitter o Facebook, donde la gente narra su vida y la describe como un proceso. Hay que pensar ya en una especie de metafísica de los instantes, de la cotidinaidad y de la vida íntima, y pensar el mundo de un modo un poco más poético. En esa construcción del relato, sin entender que todo tiene que estar ceñido al poder de la palabra, de la narración, y verlo un poco como ocurre en el haiku japonés (además, existe ya un libro de haikus zombi): el haiku lo que nos propone es pensar este instante, no construir un relato, no construir una emoción compleja, sino simplemente emocionarnos por el instante. La tecnología muchas veces nos priva de ese acontecimiento.

¿Y ves algo revolucionario en el zombi? Dices: “el zombi es punk, antisistema, anarquista, vanguardista” y que desafía “los modelos conservadurista” para favorecer el cambio, “ulcerar las categorías tradicionales”, la transgresión.

El zombi es revolucionario y deconstructor porque rompe los esquemas sobre todo en cuanto campos de saber y códigos disciplinarios, se salta unos y otros y contamina como una pandemia. Esto está ocurriendo en las redes sociales y está ocurriendo en la calle: ahora mismo, lo que está ocurriendo es que los zombis han dicho yo no quiero ser ese zombi de hace 20 años que compraba y veía la televisión, ya no quiero vivir en esa cultura del ocio que me deja antonado, sino vivir en una horda donde las ideas se contagien, en donde exista la posibilidad de cambio, de romper lo que se nos ha dado por hecho.



Dices que en ‘El diario de los muertos’ (2008), Romero nos llama a “despertar”: hablas de YouTube, los blogs, Twitter, videojuegos, y hasta de Wikileaks y el cambio de CNN+ a Gran Hermano.

Todas esas cosas estaban sucediendo cuando escribía el libro. Y creo que son sintomáticas de los cambios que se están produciendo ahora. Cuando nos dice Romero que despertemos nos pide despertar al sueño tecnológico. Eso no significa abandonar la tecnología, sino reutilizarla como se está haciendo ahora: con las redes sociales hemos descubierto que el ordenador no nos aisla en casa, como zombis aislados, sino que nos pone en relación como hordas, como manadas, como grupos de rebeldía, como reductos revolucionarios. La tecnología, las videojuegos, toda nuestra cultura underground, que no la empaqueto y la dejo a un lado como pop o subcultural, sino que lo incorporo al discurso mainstream, a la corriente principal de pensamiento, creo que tiene que ver con la capacidad de contagiar del zombi: de contagiar temas, de moverse entre territorios, para poder crear también movimientos sociales y reinvertir los códigos tecnológicos que teníamos hace unos años.

Eso te iba a preguntar justamente: si veías ese despertar de los jóvenes del 15-M ante una política que nos tiene en modo zombi. Y unos políticos-zombi porque parecen programados.

Realmente todos somos zombis, hay una programación bestial, pero el zombi también propone el cambio y romper con lo que se ha enseñado, contagiar ideas, discursos. Si realmente construyésemos ahora un manifiesto zombi en el que dijéramos que las personas no somos un voto, somos lenguaje, somos ideas, realmente podríamos cambiar las cosas. Mientras sigamos con el sistema antiguo, da igual que votemos a partidos minoritarios o grupos alternativos porque las estructuras de poder siguen siendo los mismos. Realmente lo que hay que contagiar es ideas, no partidimos ni políticas reductoras.


FUENTE: 
Este texto es original de haciendoelpino.wordpress
http://haciendoelpino.wordpress.com/2011/05/20/filosofia-zombi-economia-zombi-sociedad-zombi/

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